jueves, 8 de octubre de 2009

La educación musical, por Eloísa Biurrun

La formación musical es un componente primordial de la educación elemental. La práctica de la música se inicia con los primeros juegos del bebé y culmina en la actividad creativa del artista y la interpretación imitativa del simple aficionado.

El niño deberá ir desarrollando en el juego una actitud realista respecto a sí mismo y a su capacidad. Es, pues, necesario proporcionarle desde la más temprana edad estímulos relacionados con las diversas facetas de la educación musical y brindarle la oportunidad de dedicarse a ellas en forma práctica. Los aspectos de la formación artística accesibles a los niños son la instrucción musical propiamente dicha, la expresión corporal, la educación rítmica y el modelado. Al enfocar la educación musical precoz es preciso tener una idea clara del hecho de que en la actualidad las dotes musicales no se consideran esencialmente ya como un don determinado por condiciones innatas. El desarrollo de la capacidad musical encuentra decisivo influjo en el apoyo perseverante del núcleo familiar que ha de fomentar el ejercicio continuo de la actividad musical en su sentido más amplio sin restringirla a la ejecución práctica de determinados instrumentos. La positiva evolución de la capacidad musical no depende de las dotes innatas, aunque la calidad de la competencia musical se ve condicionada por una serie de factores, tales como el momento en que se inicia el entrenamiento y la intensidad de su práctica. Se estima, generalmente, que la edad más adecuada para el comienzo de la instrucción musical es aquélla en que el niño ingresa en el jardín de infancia. El adiestramiento auditivo constituye un elemento fundamental de la educación musical precoz. La educación del oído tiene una importancia decisiva. No se puede pensar en una auténtica formación musical sin una acción temprana destinada a agudizar el sentido del oído. Su adiestramiento cobra especial significado al tener en cuenta la distinción de fenómenos acústicos del entorno. Esta afirmación adquiere aún mayor validez ante el hecho de que la radio, los discos, los magnetófonos y la televisión sitúan al niño en un mundo nuevo desde el punto de vista acústico. Una de las tareas fundamentales de la educación musical consiste en contribuir a que los niños se sientan a gusto en ese «caos sonoro», que en un principio ellos perciben en forma acrítica. La finalidad de la educación musical precoz podría encontrar una adecuada formulación en esta frase: «formar la audición crítica». Proporcionamos a continuación algunos ejemplos de ejercicios prácticos: 1. Determinación de fuentes de sonido. Con los ojos cerrados, se irán presentando al niño ruidos producidos por diversos juguetes y otros objetos de madera, piedra, metal, papel, cristal, plástico o tela. Tendrá que reconocer el material según el ruido específico que emite. 2. Con los ojos cerrados, escucha de acciones realizadas con distintas fuentes de sonido. Se arrastrarán por el suelo juguetes u otros objetos corrientes de! hogar; se los hará rodar, chocarse entre sí, se arrojarán desde lo alto, se los colocará en distintas posiciones, etc. Se pedirá al niño que describa con exactitud lo que ha oído. 3. Discriminación y repetición de secuencias de sonidos. Ejemplo de secuencia sonora: Dar una palmada, hacer sonar un papel agitándolo, hacer ruido con la lengua, meter la llave en la cerradura. En un principio el niño va designando cada tipo de ruido y luego reproduce él mismo la secuencia. Este ejercicio sirve igualmente para activar la capacidad memorística. La educación rítmica sirve de adiestramiento para los sentidos y ofrece la posibilidad de ejercitar la destreza y la coordinación de los movimientos corporales, la concentración, la capacidad de reacción y la fantasía. Va dirigida primordialmente a los aspectos emocionales del desarrollo del niño, refuerza la voluntad y contribuye al enriquecimiento de sus experiencias al mismo tiempo que va formando los conceptos fundamentales del espacio (alto, profundo, delantero), de la forma (redondo, cuadrado), de la fuerza y la intensidad (fuerte, débil, bajo o alto). La multiplicidad de medios que pueden utilizarse hace necesario que se realice una acción selectiva previa. La gama de posibilidades va desde la simple palmada de manos, el taconeo, el balanceo rítmico de los brazos (en principio sin acompañamiento de instrumentos) hasta los movimientos encaminados a accionar diversos instrumentos de percusión. Al efectuar los movimientos, el niño podrá agitar banderillas y pañuelos, o hacer sonar carracas, cascabeles y otros elementos. De ese modo los ejercicios adquirirán para él un mayor interés. La alternativa de diversos grados de intensidad (alto-bao, lento-rápido) contribuye a evitar que se produzca aburrimiento. La educación rítmica resulta especialmente útil para los niños que tienen problemas de torpeza de movimiento, ansiedad, excesiva tendencia a la fatiga, poca capacidad de adaptación y dificultad de concentración. Existe una estrecha relación entre la educación rítmica y la música ya que los impulsos motores derivados de la música llevan a la formación de hábitos rítmicos. Los movimientos traducen la música en expresividad corporal. La música y letra de las canciones infantiles proporcionan una base para la instrucción rítmico-musical. Servirán para que el niño imite los movimientos y acciones propias de los protagonistas de las mismas. Los adultos le ayudarán en este sentido mediante descripciones y simulaciones. En la práctica del modelado el niño irá aprendiendo a dar forma a sus ideas con el auxilio de materiales diversos y distintas técnicas de trabajo. Va adquiriendo experiencias mediante la manipulación de esos elementos y va reforzando sus conceptos espaciales y formales. Toma conciencia de las relaciones existentes y de las leyes que rigen los distintos procesos. En el último año del jardín de infancia podrán presentársele al niño tareas tales como la realización de una idea en la que tenga que elegir entre posibilidades y materiales diversos. Pueden ofrecérsele fichas para montar en conjuntos, elementos naturales, tales como la arena, el agua, trozos de madera, pinas, etc. Pueden entregársele juegos de construcciones con unidades de madera, metal o plástico. Podrá dedicarse a ordenar clavos, tornillos, cajas y utensilios que ya no sirvan y a familiarizarse con el manejo de las herramientas normales de trabajo. Cada acción que realice por sí solo deberá recibir el adecuado reconocimiento a fin de que vaya formándose en él una autovaloración positiva. Los padres procurarán que el niño tome sus propias iniciativas y contribuirán a su puesta en práctica.

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